Entre el susurro de las olas y el abrazo del sol, surgía una tierra besada por dos mares: la antigua tierra de los Mesapios. Estos hábiles guerreros, agricultores y artesanos del siglo VI a.C. transformaron simples aldeas en florecientes centros urbanos, rodeados por imponentes murallas que prometían protección y prosperidad.
Imagina caminar por las calles de estas antiguas ciudades, donde las casas de piedra se erigen bajo el cálido sol del Mediterráneo, cubiertas por techos de tejas rojas como el atardecer. Las calles, una vez simples senderos, ahora se serpentean amplias entre distritos animados, rebosantes de talleres artesanales, templos sagrados y tranquilos jardines destinados al descanso eterno.
En el corazón de esta tierra, Oria, Cavallino y Ugento reinaban, como joyas de una corona, rodeadas por una red de pequeñas aldeas como Muro Tenente, Manduria y Mesagne, cada una con su propia historia que contar. Luego, entre el siglo IV y III a.C., una nueva ola de vida infló las venas de estas comunidades. La creciente población impulsó a las ciudades a expandirse más allá de sus antiguas murallas, abrazando nuevos distritos y tejiendo una trama urbana más compleja.
Esta época de transformación no fue solo una expansión física, sino también un tiempo de extraordinarios avances en textiles, metalurgia y el arte de la cerámica, dando testimonio de la incansable ingeniosidad de los Mesapios. Cada camino, cada piedra, cada fragmento de cerámica cuenta la historia de una cultura que, aunque perdida en el tiempo, sigue viviendo en la tierra que una vez la nutrió. Esta es la historia de un pueblo que, entre dos mares, supo crear un mundo de increíble belleza y complejidad, invitándonos a explorar las profundidades de nuestro patrimonio compartido.
Ahora, procede hacia el Área de la Acrópolis y déjate guiar en el descubrimiento de la evolución de este antiguo asentamiento, un viaje que abarca siglos de historia.